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El Eternauta y la batalla cultural: identidad y resistencia en la era Milei

La exitosa serie de Netflix basada en la icónica historieta argentina resurge como símbolo cultural mientras el gobierno de Javier Milei desmantela el aparato de apoyo estatal al cine y la producción artística nacional.

Imagen realizada por el artista visual @ivansalviadf recreando la atmosfera del Eternauta en Corrientes

La reciente adaptación de El Eternauta en Netflix, dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Ricardo Darín, no solo revitaliza una de las obras más emblemáticas de la historieta argentina, sino que también pone en evidencia el duro presente que atraviesa la industria cultural nacional. Mientras la serie cosecha elogios internacionales, el gobierno argentino avanza con medidas que desfinancian sistemáticamente al cine y otras expresiones artísticas.

Creada en 1957 por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, El Eternauta narra una invasión alienígena en Buenos Aires que simboliza la resistencia colectiva frente a la opresión. La obra adquirió un significado aún más profundo tras la desaparición de Oesterheld y su familia durante la última dictadura militar, consolidándose como ícono de la memoria y la identidad nacional.

La serie ha sido reconocida por su fidelidad al espíritu del original y por su resonancia contemporánea. Ambientada en un Buenos Aires distópico, combina ciencia ficción con una reflexión social profunda, que conecta con audiencias globales. Sin embargo, este éxito contrasta con la situación crítica del sector audiovisual argentino.

El ajuste de Milei a la industria cultural

Bajo la presidencia de Javier Milei, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) ha sufrido un recorte presupuestario sin precedentes. En el primer semestre de 2024, los subsidios se redujeron en un 75% respecto del mismo período de 2023. Además, se suspendieron pagos a provincias, se cerró temporalmente el INCAA y se eliminó la Cuota de Pantalla, que protegía la exhibición de cine nacional.

Estas políticas generaron un desplome del 72% en la asistencia a películas argentinas y una caída del 82% en la recaudación por entradas. La comunidad cultural reaccionó con protestas y manifestaciones tanto en Argentina como en el exterior. Durante el Festival de Cannes, cineastas denunciaron los recortes como un ataque ideológico a la cultura nacional.

Referentes del sector como los directores Martín Basterretche y Eduardo Pinto expresaron su preocupación ante la desfinanciación del cine argentino, argumentando que este no es deficitario y que el vaciamiento del INCAA responde a una visión que desprecia la cultura como herramienta de identidad y desarrollo. La reducción de personal en el organismo estatal y la imposición de condiciones restrictivas para acceder a subsidios agravan aún más el panorama.

El cine Gaumont, espacio emblemático del cine argentino, se ha transformado en un símbolo de resistencia. Allí se han realizado manifestaciones que denuncian la amenaza que representan las políticas oficiales para los espacios culturales históricos y la memoria colectiva.

Las críticas también llegaron desde el exterior. Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes, calificó los recortes al cine argentino como un "error", y subrayó que el arte es una herramienta patriótica que fortalece el espíritu de un país.

El debilitamiento del INCAA pone en riesgo el futuro de una industria que ha sido clave para posicionar al cine argentino en el mundo. Gracias a su apoyo, películas nacionales han sido premiadas en festivales como Berlín, San Sebastián y Cannes. Su desmantelamiento representa no solo una pérdida económica, sino cultural e identitaria.

En ese contexto, El Eternauta resurge como emblema de lo que está en juego. Su mensaje de resistencia colectiva frente a lo adverso se actualiza frente a una coyuntura en la que la cultura nacional necesita apoyo para sobrevivir y proyectarse.

El auge de plataformas como Netflix ha demostrado el potencial global de las producciones argentinas. No obstante, sin políticas públicas inclusivas que fomenten la creación local, muchas obras podrían quedar relegadas o incluso no llegar a concretarse.

La cultura no solo es memoria y pertenencia, también es empleo y economía. El sector cultural representa más del 2,5% del PBI argentino y emplea a más de 300.000 personas. Invertir en cultura es también apostar al desarrollo sostenible y al bienestar social.

En conclusión, la serie El Eternauta no es solo una obra de ciencia ficción: es una advertencia y un llamado. Frente a los embates contra la cultura, su historia vuelve a recordarnos que la resistencia colectiva puede mantener vivo lo esencial: la memoria, la identidad y el derecho a contar nuestras propias historias.

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