CORRIENTES

Denuncian maltratos en el Refugio para sobrevivientes de violencia de género

Las promotoras de género en territorio tuvieron que socorrer a una mujer a la que no le permitían irse del lugar junto a sus tres hijxs.

El fin de semana pasado una sobreviviente de violencia de género vivió la situación menos pensada. Dentro del refugio que debe contener a mujeres en esta situación, fue maltratada. 

La mujer huyó junto a sus tres hijxs del hogar que compartía con su pareja, quien era violento con ella. Al salir del lugar en esa situación, llevó consigo muy pocas cosas. 

Nueva Mirada pudo acceder al testimonio de la sobreviviente y las promotoras de género, quienes comentaron que desde que ella ingresó al refugio, comenzaron los malos tratos. 

Acorde al relato de la mujer, la encargada del horario nocturno le dijo de mala manera que debía hacer silencio en el horario de la siesta, ya que había un bebé en el lugar. 

Se destaca aquí la falta de formación y empatía del personal, con las personas que ingresan. Es muy importante recordar que son mujeres con sus hijxs, que han sobrevivido a episodios de violencia y se encuentran en estado de vulnerabilidad. 

Por consecuencia, debe primar la solidaridad, la comprensión y una correcta forma de diálogo para que exista contención, que es uno de los principales objetivos del refugio. 

Luego del aviso, la sobreviviente comentó que tuvo que pedir un ventilador, ya que en la habitación hacía mucho calor y no tenía la ventilación correcta.

Cabe destacar que en lugar muchas veces las habitaciones son compartidas, por ende en una pieza pueden haber varias familias. Así lo explicaron las promotoras de género, que pudieron acceder a testimonios de personas que estuvieron en el lugar. 

La mujer relató que se fue a acostar con sus hijxs, ya con la posibilidad de acceder al ventilador, y al otro día se levantó esperando el desayuno. Ella manifestó que lo más le interesaba era que sus hijxs puedan acceder a un vaso de leche. 

Entonces le preguntó a otra sobreviviente que estaba allí, la hora en la que servían la leche para las infancias. Gran sorpresa se llevó cuando le constestó que cada una debe comprarse sus alimentos y cocinarse. 

“Quedarme ahí (en el refugio) era como quedarme con el papá de mis hijos, que nos maltrataba y nos hacía cagar de hambre”, recalcó la mujer. 

Tras atravesar el impacto de esa noticia, la sobreviviente explicó que la coordinadora de la mañana la miró, le agarró del brazo y le dijo que debía cambiarse la ropa que llevaba puesta, cuando ella estaba utilizando una calza y un top. 

Las mujeres que huyen del lugar en el que atraviesan situaciones de violencia, en la mayoría de los casos salen con lo puesto, dejando documentación, dinero y todas sus pertenencias. 

Justamente como el verbo lo explicita, huyen de la situación. ¿Cómo van a contar con dinero para comprarse sus alimentos? Cuando debería el refugio contar con presupuesto, para brindar una asistencia integral a quienes allí se encuentran. 

Tras esto, la mujer fue a uno de los baños a asearse y el lavamanos se cayó. Salió del baño a comentar lo que había pasado y una trabajadora del lugar se agarró la cabeza. 

La trabajadora le decía que tuvo que tener cuidado, porque le habían avisado que el lavamanos se encontraba en ese estado. La sobreviviente explicó que jamás le comentaron eso. 

Al hecho de que no hay presupuesto para brindar alimentos a las sobrevivientes y sus hijxs, hay que sumar la mala situación de las instalaciones del lugar. 

La mujer comentó que tras la caída del lavamanos, otra trabajadora empezó a sacarle fotos y le dijo que iba a hablar con la directora del lugar, pero que ella tenía que pagar el daño. 

“Te guste o no, porque acá nada es gratis”, fueron los dichos de la trabajadora a la sobreviviente. Esas palabras se utilizaron para una mujer que huyó de un lugar de violencia junto a sus tres hijxs. 

La obligó a limpiar el baño y ella empezó a llorar, ya que toda esta situación de violencia sucedía también delante de lxs hijxs de ella. No la dejaban retirarse del lugar, aduciendo que debía pagar el lavamanos antes de retirarse. 

Sumado al maltrato, la falta de personal capacitado, las malas instalaciones, el no acceso a alimentos, prácticamente la sobreviviente estaba secuestrada con sus hijxs. 

¿De dónde iba a obtener dinero? Si se supone que en el refugio debe haber contención y talleres o cursos, para que luego las sobrevivientes puedan proyectar formas de empoderarse económicamente. 

Ante la gravedad de las situación, intervinieron las promotoras de género en territorio. En este caso, Débora Arnaudin, quien es referente en materia de género en la provincia, promotora de género y militante y acompañante de causas contra el gatillo fácil. 

Acorde al relato de la sobreviviente, Débora fue a hablar en su calidad de promotora al lugar y ella pudo irse de allí. “Yo estoy tratando de salir de este problema y me meto en otro, porque esto es un maltrato”, manifestó. 

Es hora de que el Gobierno provincial realice una inspección en los refugios para sobrevivientes de violencia de género, y constate la calidad de las instalaciones y la capacidad del personal que allí trabaja. 

A la par, Claudia Romero Valdés, quien está al frente del lugar, debería verificar que en donde se tiene que contener a sobrevivientes, no exista personal que ejerza violencia. 

Según el testimonio de otras promotoras, no sería este el primer caso. Hace años ellas quieren brindar cursos y talleres en el lugar, pero jamás les conceden el permiso. Tampoco les dan acceso para constatar las condiciones del lugar. 

En la ciudad de Corrientes las mujeres que sobreviven a situaciones de violencia de género y confían en el refugio para ser contenidas y asistidas, reciben maltratos en el lugar. 

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