OPINIóN

Ex Unidad Penal 1: la Fiesta del Horror

Pensar en una fiesta en la vieja Unidad Penal n*1, es como imaginar un evento similar en el Centro Clandestino de Detención del ex Regimiento n*9. Los lugares donde se sucedieron violaciones a los derechos humanos, deben constituirse como sitios-memoriales históricos.

(Por Tatiana Ledesma Flores)

Desde el 8 al 11 diciembre se realizó uno de los eventos más macabros que quedarán en la historia correntina, y que refleja el espacio que tienen los derechos humanos en las políticas del Gobierno provincial. En la vieja Unidad Penal n* 1 se desarrolló la “Fiesta de la Unidad”. 

No un encuentro, no un conversatorio, no una charla en la que se podrían haber explicado las sistemáticas violaciones contra las personas allí alojadas. Sino una fiesta, con todo lo que implica la palabra: alegría, gozo, júbilo, música, baile. 

El público presente, en el mismo edificio en el que fue asesinado Kevin Candia, cantaba, bailaba, reía, consumía bebidas y compraba productos a feriantes, en un lugar en el que un joven de 22 años fue asesinado por represión policial. 

“Bailaré sobre tu tumba”, es un popular refrán que lleva años y fue esto lo que el Gobierno provincial hizo en esos cuatro días, bailar sobre el dolor. Esta forma de manifestarse sobre determinados hechos, caracteriza el trato que se le da a situaciones puntuales. 

A las sistemáticas violaciones de los derechos humanos de personas privadas de su libertad que convivían en situaciones de hacinamiento, el Gobierno provincial respondió con una fiesta y la remodelación del lugar. Esta cuestión es clave, ya que organizaciones de derechos humanos manifestaron que la demolición de determinadas partes del viejo edificio, implicaría la desaparición de importantes pruebas en el caso del asesinato de Candia. 

Pareciera que, en este contexto de festejo, nadie se acordaba de él. Sin embargo, durante el recorrido de la planta baja de los sectores en donde se alojaban lxs internos, alguien tuvo una maravillosa idea. Dejó pequeños carteles con códigos QR que redirigían a un informe del Observatorio de Conflictos Sociales del NEA. 

A través del código se podía acceder a un breve informe sobre cómo se vivió en la vieja Unidad la etapa más crítica de la pandemia, y al final del texto había un link que redirigía al informe completo. En la parte más breve del documento se explicaba que “El 29 de marzo del 2020 se prohibieron las visitas en la UP1, y el 17 de abril se registró el primer caso de un agente penitenciario contagiado.”

Y agregaba que “el número de contagios explotó luego de la represión del 21 de abril, en la que participaron más de 120 funcionarios penitenciarios y policiales. Algunos de ellos incluso concurrieron a reprimir estando en aislamiento por contacto directo con personas contagiadas”. La idea era explicitar que la vieja Unidad fue el principal punto de contagio al inicio de la pandemia 

En este contexto y en una protesta por mejoras en las condiciones sanitarias, aceleramiento de los trámites judiciales y libertades asistidas en el marco de la Emergencia Sanitaria por la pandemia, fue asesinado Candia. El Observatorio también determinó que siete personas, incluido Candia, entre el año 2010 y 2020 fallecieron en el edificio. 

En este contexto de horror y dolor, el público paseaba por la vieja Unidad sin conocer toda la historia vivida entre esas paredes. Algunos relatos quedaron plasmados a través de dibujos, frases o papeles pegados por lxs internos. No obstante, hay otra historia que no quedó plasmada pero sí impregnada en cada rincón del lugar. 

Desde que se ingresaba al edificio pasando por la puerta principal la música fuerte del escenario, las luces del evento y el bullicio de presentes caracterizaban el lugar. Unos metros más lejos de esa entrada donde vivían las personas privadas de su libertad, el silencio del desconcierto era el reinante. 

Desconcierto que devenía de ver las condiciones inhumanas en las que lxs internos estaban alojadxs. Más allá del evidente deterioro del lugar, que no era producto del poco tiempo que estuvo deshabitado, sino de años de descuido, las celdas no eran aptas para personas adultas. 

La diagramación de las camas de piedra, el poco espacio de movimiento dentro de cada celda y el calor sofocante de esta época del año, hacía imposible pensar que en un habitáculo tan pequeño hubieran convivido hasta cuatro personas. Lxs mismxs presentes se mostraban asombrados y hasta desconcertados al ver cómo era el lugar, imaginando que este tipo de situaciones existía en la ciudad y jamás habían tomado conocimiento o dimensión del hecho. 

Dos celdas eran las únicas que tenían luz provista por la organización del evento. Las demás eran alumbradas por los celulares de cada persona que ingresaba a cada celda a verla. El calor característico de estas fechas, hacía pensar en quienes allí habían vivido en una situación de hacinamiento total, ya que una mínima ventana era la única fuente de ventilación. 

Ante esta situación y las camas de piedra, la conmoción del público era evidente. No faltaba sin embargo el clásico, “está bien así, no le tienen que dar nada”. Este pensamiento iba en consonancia con quienes se sentaban en las camas y se sacaban fotos sonriendo. Claro que lo iban a hacer si el mismo Gobierno invitó a una “fiesta”. En consecuencia, las personas iban con ganas de divertirse.

La forma de disponer el espacio para un evento, también determinan las formas en las que se da la importancia o no a diferentes cuestiones desde la organización. En el ala izquierda, antes de llegar donde funcionaba la imprenta, había un cuarto que claramente por sus muebles fue una oficina. 

En el lugar no sólo había varios metros de alambre de púas enrollado, sino que ese lugar estaba totalmente a oscuras, pero con acceso al público permitido. Al punto que una persona de la organización entró al lugar y dijo: “cuidado que ahí hay un alambre de púas”. Si alguien entraba a oscuras, si un infante ingresaba corriendo, podría haber caído allí. 

En la misma oficina se encontraban cientos de papeles tirados, como si la salida del lugar hubiera sido a las apuradas. Expedientes del año 2014, una invitación a un evento del Registro de la Propiedad Inmueble del 2018, papeles para emitir un certificado de pobreza y hasta sellos. 

El punto culmine es una habitación en la que no se podía acceder, pero como había muchas personas el día domingo y la puerta estaba abierta, el control era casi imposible en un momento. La persona referente de seguridad en ese pabellón sacó al público de una celda que estaba cerrada porque tenía alacranes. 

La “Fiesta de la Unidad” se diagramó en un edificio e incluyó la posibilidad de un recorrido, que no era seguro para nadie. La presencia de alacranes que podrían haber salido de esa celda hacia otros lugares, los cuartos con acceso permitido sin iluminación y el alambre de púas escondido, sumado a la música en el lugar, eran el escenario de lo macabro. 

Lamentablemente este evento fue avalado y se realizó con total impunidad. Llevándose por delante la memoria de tantas personas violentadas en ese edificio y exponiendo a la ciudadanía a un capricho. 

El dolor se sentía en el ambiente, se veía en las celdas que contaban historias. El silencio de cada persona que ingresaba a ver las unidades, era como un respeto al horror que observaban. Sin embargo, tras el recorrido iban a tomar alguna bebida de algún stand, comprar algún producto o ver el espectáculo. 

El respeto del silencio quedaba en el olvido, como se pretende que quede en el olvido de la memoria colectiva el crimen de Candia. No hay forma ni color con la que se pinte este evento sin que se evidencie la verdad, fue la fiesta del horror. 

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