OPINIóN

Discurso único: la concentración, y la violencia mediática y política

Los grandes grupos de medios, sostenidos por la pauta oficial del Estado y sus negocios empresariales, acaparan la prensa gráfica, audiovisual, digital y las redes sociales. Profundizando un discurso hegemónico violento que ataca a la democracia.

(Por Jeremías Giordano)

Con el intento de magnicidio de la vicepresidenta de la Nación, se volvió a discutir en el ámbito mediático y en la sociedad el rol de los medios de comunicación, los discursos de odio y como eso responde a lineamientos políticos que pueden permitir semejante acto de violencia.  Y en base a eso retornó a la agenda también la discusión sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, más conocida como Ley de Medios.

La discusión siempre latente de la intervención o no del Estado, el pensar la información y comunicación como Derechos Humanos o como mercancías. Hasta se sumaron nuevos temas al debate, tal el caso de la publicidad oficial, la censura indirecta a través de esta; la regulación de las redes sociales;, y la difusión de mensajes de odio de manera masiva. 

Se llegó así a la realidad del gobierno nacional actual. En 2019, el presidente de la Nación se refirió a la pauta oficial como el único tema del rubro comunicacional en su discurso de asunción. Dos años y medio después, la administración de la publicidad se caracteriza por un incremento del gasto en comparación con la gestión de Mauricio Macri y una decisión de no distribuir el dinero según cada línea editorial.

Además, existe una participación preeminente en la torta por parte de los medios más grandes, que operan desde la Ciudad de Buenos Aires, y una pérdida relevante en la calidad de la información publicada sobre la distribución de estos recursos públicos. Sumado a que estos grandes medios profundizan su discurso en sus versiones digitales y redes sociales con un sistema de circulación de la información en la W.W.W muy diferente al que se conocía antes del 2010.

Y la violencia discursiva no es nueva en Argentina, es por eso que se hace necesario regular la comunicación en redes sociales y en el sistema de medios porque confundir libertad de expresión con ataque a derechos sociales puede traer serios problemas, como un intento de magnicidio, más allá de los accesos a la información y la comunicación. 

Se nota mucho que en los últimos años la cobertura de la política se convirtió en una arena de gente que todo el tiempo tiene y tira “la posta”.  Gente que se las sabe todas y se carga con ira por no poder entender que no vean lo obvio. Esto es lo que se llama el mundo de la post verdad, donde todo es opinable.  

Muchos estudios señalan una relación directa entre la proliferación de smartphones y el deterioro del pacto de convivencia democrática. Y tiene sentido buscar la respuesta en los mal llamados teléfonos porque en realidad son como pequeñas computadoras que sacan fotos, graban y reproducen videos, tienen gps y hasta podrían ser biógrafos, saben mucho de los años de vida de las personas.

La mayoría de la información política se obtiene y procesa a través de los celulares. Se calcula que se los mira, en promedio, cada 5 minutos,  se lo hace así porque básicamente es lo que el aparato busca. El modelo de negocio de los desarrolladores es vender nuestra atención y se la venden a empresas que les pagan para hacer publicidad de la mejor y segmentada. 

Es así como se encuentran en un mundo donde sobra la atención y escasea la información. Se necesitan estímulos "prefabricados, pre masticados, y predigeridos". Lo único que se debe hacer para tragarlos es mover un dedo y eso empieza a condicionar las forma de pensar, y hace razonar de una manera diferente, efímera, con saltos temáticos e interrupciones, con una conciencia que se nutre de lo inmediato, y desde ese lugar se procesa la política. 

La economía en las redes sociales funciona generando deseo y satisfaciendo este de forma inmediata. Y esto se logra con algoritmos que detectan preferencias y motores de búsqueda que demandan los gustos. Esto se llama efecto "cámara de eco", solo se escucha la voz propia o las que son como la propia. De esta manera se estimula hasta el infinito la tendencia del ser humano a juntarse con quien es igual a cada uno. No llega aquello que piensa diferente a otro, salvo que lo muestre el otro pero como indignado.

Esto hace que se profundicen discursos narcisistas, de personas que tiran la posta tal cual como la ve el que recibe el discurso, lo que Francis Bacon llamaba "sesgo de confirmación". Después de más de una década de estas prácticas, desde el 2010 hasta acá el modelo se profundizó, se ve un sujeto político bastante preocupante: gente con total acceso a la información pero con pocos mecanismos para procesarla y con muchos mecanismo para neutralizar la crítica.  

Otra cosa interesante en esta lógica es que si una opinión alcanza para validar la de uno y echar por tierra ciento de idea contrarias, entonces todas las opiniones parecen valer lo mismo, y así todo se vuelve una cuestión de gustos, "y sobre gustos no hay escrito". Y cuando desaparece la opinión diferente aparece algo más cómodo, emotivo y ágil, la creencia. Y es así que se cree, obviamente, en lo que conviene. 

Se calcula que más del 70% de las personas se informa por redes sociales. Eso es la puerta de entrada para la manipulación discursiva perfecta, entre otras cosas, porque no las regula nada ni nadie. 

Ya hace muchos años que la estrategia política es promover discursos con opiniones diferentes, incluso antagónicas a distintas audiencias segmentadas por intereses. Es decir, se le dice a cada uno lo que quiere escuchar. Eso muchas veces se refuerza con el uso de las "fake news", cuya difusión tiene mucho alcance y la desmentida no alcanza. Y es en parte porque esa difusión cuenta con ejércitos de trolls que se dedican a multiplicar esos discursos. A estos los usan casi todos los partidos políticos, solo que algunos lo hacen de forma más eficaz. 

Un Estado presente para regular la comunicación a favor de los derechos sociales y no de intereses privados 

En un Estado Nacional en el que quien gobierna no tiene intenciones de eliminar todo lo que hizo el anterior. En el que los proyectos en temas como definir Políticas Nacionales de Comunicación difícilmente se den. La desregulación, el no control sobre el mercado de la información va a seguir estando en pocas manos privadas, con intereses políticos y económicos.

Una intervención del Estado es necesaria para que las condiciones de producción simbólica no estén determinadas por meros objetivos de mercados. En donde empresarios, que no tienen intereses en comunicación más que defender sus economías personales, terminan determinando las construcciones simbólicas de los medios periodísticos y lo esparcen en las redes digitales sin ningún tipo de regulación. 

La experiencia histórica de los últimos años muestra cómo, desde los medios de comunicación convencionales y las redes sociales, se construye un discurso y un sentido común cada vez más reaccionario y con un componente de odio, cuasi fascista más marcado, que se basa en un proyecto político, económico y social donde se naturalice la hiperconcentración de la riqueza, que tiene su contraparte en una pobreza estructural que ya bordea el 50%.

Sin dudas hay que empezar a tener en cuenta todo esto a la hora de pensar la política, la comunicación, y la difusión de lo que se consume. El problema es el "modelo de negocio" de la comunicación tradicional y digital actual. 

Si la comunicación no deja de ser un negocio se está más cerca de una sociedad informada por emociones, creencias e intereses privados que no tiene que ver con el acceso a la información. Y si eso reemplaza a los hechos, lo individual empieza a tener más peso que lo colectivo. Se diluye lo "nuestro" y el mundo se lee en el código de lo "mío".

Ese modelo se basa en un discurso de debilitamiento de las funciones del Estado. Algunos plantean su casi disolución para que todo sea regido por las leyes del mercado. El Estado no puede estar ausente en ese debate, y mucho menos un Estado gestionado por un Gobierno “nacional y popular”.

Además del debate, se deben llevar adelante acciones concretas. La primera y fundamental es dar vuelta la lógica del reparto de la pauta oficial. Apostar más a los medios comunitarios y cooperativos, que son los que representan a las organizaciones populares, comunidades y a la sociedad civil.

Fuentes: 

Opinión Medios Oligopolios Ley de Medios Redes Sociales