ARTíCULO

El periodismo bajo ataque: una respuesta necesaria a Javier Milei

El discurso de Javier Milei contra el periodismo no es una crítica legítima, sino un ataque directo a la libertad de prensa. Se desmonta aca punto por punto sus afirmaciones con leyes, hechos y principios democráticos.

Por Nueva Mirada

La libertad de prensa es una piedra angular de toda democracia. En los últimos días, el gobierno y el presidente Javier Milei realizaron ataques a la prensa. Más bien Milei publicó en sus redes sociales una serie de preguntas retóricas dirigidas contra el periodismo, que lejos de buscar una reflexión honesta, operan como un discurso de estigmatización y ataque. A continuación, se responde a cada uno de esos interrogantes, amparados en hechos, normas y valores democráticos. 

1. ¿Está obligado alguien a hablar con la prensa?

No. Nadie está legalmente obligado a declarar ante los medios. La libertad de expresión incluye también el derecho a no hablar. Sin embargo, los funcionarios públicos, especialmente el presidente, tienen un deber de rendición de cuentas y transparencia, establecido en la Constitución Nacional (art. 1 y 14) y en leyes como la N.º 27.275 de Acceso a la Información Pública. Su negativa sistemática a dialogar con el periodismo afecta ese deber.

2. ¿Los periodistas tienen derecho a perseguir y acosar?

No. El Código Penal sanciona el hostigamiento. Pero la labor de un periodista que intenta obtener una declaración pública en un espacio público no constituye acoso: es una práctica normal en todo sistema democrático. Equiparar el ejercicio periodístico con persecución es una estrategia de victimización que desconoce el rol social del periodismo.

3. ¿Pueden golpear con un micrófono?

No. Ningún exceso o agresión física es admisible. Pero insinuar que esto es una práctica sistemática del periodismo carece de pruebas y busca instalar una falsa narrativa de violencia contra el poder. En la práctica, la violencia suele venir del lado contrario, con periodistas agredidos, censurados o amenazados por ejercer su función.

4. ¿Es ilícito usar luces frente a una persona fotofóbica?

El sentido común indica que, en caso de una condición médica probada, debe primar el respeto. Pero este supuesto es irrelevante para generalizar una condena al periodismo como violento. En realidad, los camarógrafos siguen protocolos profesionales, y no existen casos registrados de abuso deliberado de luces como método de daño.

5. ¿Es legal meter drones en una casa?

No. Está prohibido por la Ley de Protección de Datos Personales (N.º 25.326) y por el derecho a la intimidad consagrado en el art. 19 de la Constitución. Pero esta práctica no representa al periodismo como institución: es marginal y condenada incluso dentro del propio ámbito periodístico. Generalizar a toda la prensa es malintencionado.

6. ¿Pueden mentir y calumniar impunemente los periodistas?

No. El Código Penal prevé sanciones por calumnias e injurias (arts. 109 a 117), y existen mecanismos judiciales y de réplica pública. Además, el fallo "Campillay" de la Corte Suprema establece límites y responsabilidades claras. Lo que Milei propone con su pregunta es censura previa o restricción al financiamiento estatal de medios, algo expresamente prohibido por el sistema interamericano de derechos humanos (art. 13 de la Convención Americana).

El texto compartido por Milei no es una lista de dudas legítimas, sino un manifiesto contra la libertad de prensa. Al acusar al periodismo de ser “depravado”, “violento” y de vivir de la extorsión, está deslegitimando un pilar esencial del orden democrático. Y cuando afirma que "no odiamos lo suficiente a los periodistas", apela al odio como herramienta política.

Este discurso no es nuevo: lo han usado regímenes autoritarios de todas las épocas para socavar el control ciudadano sobre el poder. Si el periodismo molesta, es porque cumple su función. Atacarlo con falacias y desprecio no es valentía: es temor.

La democracia no se sostiene solo con votos. Se sostiene con instituciones fuertes, con debate plural y con una prensa libre, aún cuando incomode.

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