ANáLISIS
La doctrina del shock
Milei buscará aprovecharse de una sociedad con secuelas de la pandemia, que vive en una crisis eterna desde hace ocho años; y que se lanzó a lo desconocido en busca de una solución mágica.
(Por Diego Silva)
Desde el mismo domingo a la noche, cuando se conocieron los resultados del balotaje que lo catapultaron a la Presidencia de la Nación, Javier Milei comenzó a aplicar su doctrina del shock.
Nada de novedosa, esta doctrina se aplica en Latinoamérica y en otras partes del mundo desde la década del 70, cuando Augusto Pinochet derrocó a Salvador Allende y Chile pasó a ser el modelo neoliberal en esta parte del mundo.
Según la periodista, Naomi Klein, la doctrina del shock consiste en el aprovechamiento que hace el Capitalismo de grandes desastres para implementar y afianzar una serie de principios favorables a sus intereses.
Según la periodista canadiense, el principal objetivo es desmantelar lo que queda del llamado Estado del Bienestar y promover los principios del neoliberalismo.
Generalmente esos escenarios de desastres y conmoción social se dieron a partir de sangrientos Golpes de Estados o de guerras. En este caso, fue distinto.
La sociedad argentina todavía carga sobre sus espaldas las consecuencias de la pandemia y de un encierro que duró largos meses. Pero también de vivir en una especie de crisis eterna, que se inició con el Gobierno de Macri y continuó durante el del Frente de Todos.
Etapa que se caracterizó por periódicas corridas cambiarias, que depreciaron el peso casi en su totalidad y que tuvieron sus impactos inmediatos en las góndolas de los supermercados con una inflación incontrolable.
Que también tuvo su correlato en el aumento de los servicios públicos (agua, luz y gas), de los combustibles y de los alquileres, que provocaron la sensación en muchos sectores de la sociedad de, ni siquiera, poder planificar el mes siguiente.
Ese coctel se completó con la maceración permanente, ya no solo de la mayoría de los medios de comunicación, sino de las redes sociales que acrecientan el agobio con una sobreinformación e inmediatez nunca vista en la historia de la humanidad.
Todo eso sumado al estrepitoso fracaso económico y político del Gobierno del Frente de Todos, llevó a un inexorable resultado: más del 55% de la sociedad optó por lanzarse al precipicio en busca de una solución mágica que termine con tantos años de insatisfacción e incertidumbre.
Y allí está el presidente electo, Javier Milei, a solo días de haber ganado la elección desplegando su catálogo de un ajuste hasta el infinito. En pocas horas ya sentenció que realizará un ajuste fiscal del 15%, que incluye la paralización total de la obra pública en todo el país, el cese de los giros de ATN a las provincias, y hasta puso en duda el pago del medio aguinaldo del mes de diciembre.
“Debemos llegar al equilibrio fiscal y, para ello, hay que ajustar lo que se tenga que ajustar”, afirma toda vez que puede. En caso contrario, “vamos a una hiperinflación y una pobreza del 95%”, amenaza.
La paralización de la obra pública lanzará al desempleo, de un plumazo, a miles de personas en todo el país. Que se dejen de girar ATN (Aportes del Tesoro Nacional), significa que varias provincias tengan problemas hasta para pagar sueldos a la Administración Pública.
Y peor aún, no pagar aguinaldos, es eliminar un derecho adquirido por los trabajadores y trabajadoras argentinas hace más de medio siglo.
Lejos de ajustar a la política, la motosierra que usó Milei en campaña será aplicada sin piedad sobre los argentinos y argentinas de a píe, muchos de los cuales votaron al libertario el domingo pasado.
La nueva coalición de Gobierno conformada por Milei y Macri, más algún que otro peronista que aceptará realizar el trabajo sucio, espera llevar adelante este plan de Gobierno en los próximos seis meses. Habrá que aguardar para saber cuál será la reacción de la sociedad argentina cuando salga del estado de shock.